viernes, 27 de enero de 2017

El verso se me atraganta, la prosa se escapa.

A veces parezco atisbar algo de esperanza cuando consigo que te marches de mi mente durante toda una jornada,
una sensación pasada que se remite a nostalgia cuando reapareces como si no ocurriese nada,
como el nada que he sido en tu vida a pesar de las palabras,
solo eso, palabras...
Disfrazadas de las que ya no sabes nada.
Me descubro escribiendo tu nombre en esquinas de hojas tachadas,
por más que intenté recitar pausadamente,
el verso se me atraganta, la prosa se escapa,
y mis dedos no logran alcanzarla.
Ahora entiendo los escritos de Salem cuando hablan de vacíos,
parece que sus letras manchadas de metáforas me ahorran tener que decir cuánto he sentido.

Dicen por ahí que el tiempo lo cura todo,
pero el tic-tac de éste reloj anda gastado,
ya no va al compás de mis deseos,
sabe que es humo todo cuánto anhelo,
fantasía todo aquello en lo que creo
y que ya no queda nada...
Sólo rabia,
que como agua me resbala
y va calando en mis entrañas,
haciéndome ver
qué después de tanta lluvia saldrá un arco iris,
qué a quien lea entonces será a Benedetti,
y desde ese Nirvana parecido al Paraíso, podré decir:
"Ya no importa lo bonita, lo fea,
lo mucho o lo poco que sea para tí,
porque ahora, a veces,
sonrío, y soy feliz". 

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