miércoles, 24 de enero de 2018

Virgen

Nunca dijo palabra. Ni una.
Prefirió los gemidos de su garganta.

Era virgen.

Virgen de gritos y reproches.
Virgen de imperativos y medias verdades.
Virgen de mentiras y condescendencia.

Cómoda y feliz. Siendo ella. Llena.
Paz tras la tormenta.

Hablaba con la piel que es la más sincera.

Joder, la que se montaba cuando veía que me acercaba por los recovecos de sus perfectas rarezas.

Toda entera se llenaba de escalofríos y vellos erizados.


¡Qué bienvenida me hacía su espalda cada vez que me sentía llegar!

Una sonrisa plena tras el huracán.

Caos, revolución y poca vergüenza.

miércoles, 10 de enero de 2018

Callada


 
El día que deje de hablar, 
haré que todos los hombres que dijeron quererme 
y los que de verdad me quisieron, 
se reúnan en ese puente de Praga
donde tantas veces soñé 
“El momento perfecto”.

Encuentro digno de cualquier película romántica, 
donde la mujer es siempre la buscada
por débil y quebradiza.
Querida, escuchada, atendida.
Haré que se reúnan allí todos los hombres 
que me miraron a los ojos 
y de los que no pude creerme 
ni un sólo parpadeo. 
Quiero que estén aquellos que olvidaron mi nombre antes de tiempo, 
y los que no se atrevieron siquiera a pronunciarlo. 
Aquellos que sólo me vieron desnuda, 
y aquellos que se atrevieron 
a echar dentro un vistazo.

El tío de la cena y el cine, 
el de la copa y concierto,
el del café y su regazo. 
Que vengan a mí por turnos, 
de uno a uno, 
y que cuando los tenga delante, 
no haya voz que salga de mis entrañas.
Y que por primera vez sean ellos
quienes digan
la primera, la del medio y la última palabra.

Que me cuenten, 
sin miedo a batallas contra mi defensiva,
por qué yo fui su "tú tampoco".

Que mis muslos ardiendo
se conviertan en cera líquida,
y mis lágrimas de impotencia
en un diluvio.

Que no pueda articular palabra ni ejecutar movimiento
y me funda, muy poco a poco, 
con el frío de aquel río
en el que iba a navegar mi soledad,
a bordo de un barco insumergible.

El día que mi garganta se seque, 
y mis labios sean papel de lija, 
cuando las mandíbulas dejen de separarse 
y creen una cárcel de esmalte blanqueado sin una palabra, 
ni un monosílabo siquiera...
viviré tal calvario.

Dejaré por fin de hablar: 
afirmar, responder, negar y cuestionar,
todas aquellas heridas que dejé sin coser por no escuchar. 
Y oiré los sermones de los entierros de todas y cada una de ellas, 
de las bocas de quienes los provocaron.
Oficiarán las misas los que creí culpables, 
con sus listas de porqués, 
y sus buenas intenciones.

Y yo, allí inmovilizada,
no seré capaz de hablar.
Sólo podré escuchar.
Y por fin
seré libre.

Libre de tanta incertidumbre,
que por miedo al naufragio,
silencié anclada.
Miedo, el que un día tuve, a ser yo la culpable,
y sin querer ser responsable,
¡Atacar! sin quedarme callada.…


martes, 2 de enero de 2018

Si me quieres invierno, tendrás mi mejor verano.

Ojalá me quieras invierno, con escarcha en las manos y nieve en los pulmones.  Y si me quieres fría, aguanieve y sal, descubras que en mi casa nunca falta la leña, el fuego y los abrazos que son hogar.

Porque hay veces que sabes quién eres hasta que te disparan, y entonces, mi reloj se quiebra.

Corazón de arena, que con ira me diluyo, estallando en dos minutos.

Vendaval enjaulado en unas costillas demasiado pequeñas para contenerlo.

Tormenta de pena que arrasa y duele, como cada uno de mis huesos.

Sabes quién eres hasta que te soplan, y yo, me he ido con los granos de tierra a formar una muralla donde chocan tus palabras.

Huele a lluvia en un otoño a treinta y cuatro grados que suda histeria y, desata, los puntos de sutura de una vida valiente e inconsciente.

Disparo verdades que te duelen en el alma, para odiarme aún más si cabe y poner a prueba si es cierto, que aún así, me amas.

Huracán en los tobillos, monzones en la espina dorsal.

Una madre natura enfurecida que me sube a la cabeza y arrasa las flores blancas de una paz que no llega.

Tener big banes dentro y explotarlos en las palmas de las manos, donde me clavo las uñas para no crear desgarros.
Sabemos quiénes somos, hasta que nos arrasamos por dentro y nos decimos lo contrario.

Si sobrevives y me quieres invierno… tendrás mi mejor verano.