Días de lluvia y té

Día agobiante, húmedo... el aire pesa y ahoga... de pronto la atmósfera se tiñe oscura... Más oscura... Salgo a la calle y miro el cielo, se hizo de noche demasiado pronto y las nubes grises y amenazantes gritan.

A pesar de no ser ni media tarde, el día ha decido echar el telón por hoy. La lluvia ha llegado sutil, sigilosa y constante.

Pronto el agua cae con fuerza y el viento sacude las ramas de los árboles, todo pasa demasiado rápido, y en mi cabeza las palabras de Aleksandr Pushkin: "Más vale quedarse aquí y esperar, a lo mejor se calma la tormenta y se despeja el cielo, y entonces podremos encontrar el camino por las estrellas". 

Solemos llamar a esto un mal día y yo sigo sin entender por qué. Casi todos prefieren sol y playa, calor y verano, días de luz intensa donde oímos "hoy hace un buen día". Los días de lluvias son ese amigo simpático al que ninguna chica le da una oportunidad. Los días de lluvias son para interesados que sólo quieren su convenio, para parejas enamoradas con la suerte de pasar su tiempo libre juntos, bajo la manta acurrucados, viendo una película sin llegar al final... Que irónico que cuando se está soltero se huya de la lluvia y se prefieran los "buenos días" para lucirse.

Yo siempre viviré enamorada de estas tardes de lluvia, de calor o de frío, de día o noche, días de lluvia recia, fuerte y ruidosa, sutil o sigilosa, días que decoren mis cristales de agua turbia y vaho, donde imaginar tu rostro y dibujar te amos, donde retumben las bandas sonoras de la naturaleza acompañadas de un delicioso té y un libro que me ayude a distraerme cuando tu voz no suene al otro lado del teléfono. Días en los que imagine tus manos acariciar mi cuerpo bajo la manta con esa peli sin final, donde soñar con ser una interesada más...