martes, 15 de marzo de 2016

Siempre nos quedará París...

Respiraron hondo y echaron a andar en dirección a su escondite. Sólo un par de coches cruzaron por su lado antes de llegar al puente tendido sobre un turbulento río, lleno de barcos guía anclados a las sombras de tiempos mejores. 
Pasaron entre las casas humildes y abandonadas de aquella ciudad que un día resplandeció, había poco gente y nadie les prestó atención. 

Puente Alejandro III, París

Se mantenían en actitud vigilante, por miedo a que alguien les reconociese, pisando adoquines gastados mientras se acercaba el ocaso. Las estrechas callejuelas se enroscaban, tanto o más que sus ganas. Bajaban la mirada culpable ante ancianas que miraban recelosas tras las cortinas de sus ventanas. 
Llegaron y empujaron la desvencijada puerta que crujió tanto que puso sus diez sentidos en alerta.
Al fin solos, bandos opuestos con un corazón loco, se arrancaron la ropa, se lo dieron todo. Cerca del sonido de las bombas y de tanto odio, rindieron homenaje a la ciudad del amor, olvidándose el miedo, temblorosos. 

2 comentarios:

  1. Estefanía, me ha gustado y sorprendido tu final. Cuando todo hacía presentir un final trágico de un transcurrir oscuro y misterioso, nos encontramos con la salvación a través del amor. Un abrazo.

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  2. Allí uno se olvida de todo, ciudad mágica 😋👌👍

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