miércoles, 23 de noviembre de 2016

Me enamoré de un pájaro...

Me enamoré de un pájaro que escuchaba pop español y fumaba cigarrillos en dos minutos. Tenía sus propias manías, como la de tomar café aguado nada más despertar.
En fin, quién iba a decir que un pájaro toma café o fuma, ¿verdad? Tan raro como que todos los caminos llevan a Badajoz y no a Roma. 

Tuvimos un bonito romance, duró lo que dura un beso largo escondidos bajo soportales o unas horas peleando con la tela que a menudo sobra. Fue una primavera en la playa y un verano en una ciudad vacía.
No hubieron palabras de adiós pero sí sal en los ojos y cuellos brillando con gotas retenidas.
Me dejó su olor en mil detalles y un pañuelo donde llorar canciones.
Me enseñó a volar distancias, a esperar, a añorar... Hasta el próximo beso cargado de ilusiones. 

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