miércoles, 23 de noviembre de 2016

Esa

Esa, que sin estar cerca te recomienda la corteza del árbol cuando te pica la espalda y tus manos no llegan. 
Esa que te envuelve en un abrazo y te regala el sol cuando hay tormenta.
La que se engancha a la locura de querer medir cosas desmedidas cuando te pregunto si me querrás siempre y si es para siempre, cómo seremos después de tanto tiempo. 
Esa, que busca tu mano, que corre a tu lado, que abre tus puertas, que acaricia tu ausencia, que sueña contigo, que te hace reír, que habla de tí. Esa, que vale la pena.

Esa, que llora por no poder hacerlo siempre que quiera, que a pesar de todo no puede darte lo que más necesitas, cuando más lo deseas.

Esa, que espera tus ganas cuando retrocedes a otras manos que abiertas, en varias ocasiones, dejaron que te fueras.
Me rasgaría la piel para envolverte en ella. Lo hubiese hecho aunque ahora digas, haberlo hecho. 
Y me pregunto, si lo hubiese hecho... ¿Te hubieses dejado atar al borde de mi cuerpo asumiendo una rutina?
¿Atar a todo lo que tengo por debajo de esta cicatriz que no has cosido tras marcharte?
¿Esa que ya no ves?

Esa, que hace que no me olvide que es mejor querer que ser querida y no poder corresponder. 

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