miércoles, 10 de enero de 2018

Callada


 
El día que deje de hablar, 
haré que todos los hombres que dijeron quererme 
y los que de verdad me quisieron, 
se reúnan en ese puente de Praga
donde tantas veces soñé 
“El momento perfecto”.

Encuentro digno de cualquier película romántica, 
donde la mujer es siempre la buscada
por débil y quebradiza.
Querida, escuchada, atendida.
Haré que se reúnan allí todos los hombres 
que me miraron a los ojos 
y de los que no pude creerme 
ni un sólo parpadeo. 
Quiero que estén aquellos que olvidaron mi nombre antes de tiempo, 
y los que no se atrevieron siquiera a pronunciarlo. 
Aquellos que sólo me vieron desnuda, 
y aquellos que se atrevieron 
a echar dentro un vistazo.

El tío de la cena y el cine, 
el de la copa y concierto,
el del café y su regazo. 
Que vengan a mí por turnos, 
de uno a uno, 
y que cuando los tenga delante, 
no haya voz que salga de mis entrañas.
Y que por primera vez sean ellos
quienes digan
la primera, la del medio y la última palabra.

Que me cuenten, 
sin miedo a batallas contra mi defensiva,
por qué yo fui su "tú tampoco".

Que mis muslos ardiendo
se conviertan en cera líquida,
y mis lágrimas de impotencia
en un diluvio.

Que no pueda articular palabra ni ejecutar movimiento
y me funda, muy poco a poco, 
con el frío de aquel río
en el que iba a navegar mi soledad,
a bordo de un barco insumergible.

El día que mi garganta se seque, 
y mis labios sean papel de lija, 
cuando las mandíbulas dejen de separarse 
y creen una cárcel de esmalte blanqueado sin una palabra, 
ni un monosílabo siquiera...
viviré tal calvario.

Dejaré por fin de hablar: 
afirmar, responder, negar y cuestionar,
todas aquellas heridas que dejé sin coser por no escuchar. 
Y oiré los sermones de los entierros de todas y cada una de ellas, 
de las bocas de quienes los provocaron.
Oficiarán las misas los que creí culpables, 
con sus listas de porqués, 
y sus buenas intenciones.

Y yo, allí inmovilizada,
no seré capaz de hablar.
Sólo podré escuchar.
Y por fin
seré libre.

Libre de tanta incertidumbre,
que por miedo al naufragio,
silencié anclada.
Miedo, el que un día tuve, a ser yo la culpable,
y sin querer ser responsable,
¡Atacar! sin quedarme callada.…


5 comentarios:

  1. Hola Estefanía, los silencios hablados, los gritos del miedo...Gracias por esta joya..
    Pasa buena tarde, besos reales..

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    1. Es uno de mis textos más personales por lo que te agradezco su lectura y opinión.
      Muchísimas gracias y feliz tarde.

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  2. Las imágenes quietas son fragmentos de una persona, ninguna foto muestra su totalidad; y algunas veces al ver a alguien tampoco lo vemos completo.
    Los mejores retratos son los versos, en los poemas o prosas está el ser íntegro. No sé que habrán visto los hombres que te miraron a los ojos, pero tu mirada es profunda cuando escribís de esta manera. Encanta y me encanta.
    Abrazo desde ultramar.

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    1. Lamento haber tardado tanto en descubrir y leer este comentario. GRACIAS, gracias infinitas por tu generosa lectura y por profundizar entre líneas. Abrazo grande.

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  3. Impresionante..... No te da miedo tanta sinceridad. Admiro tanta valentía, en medio de este mubdo de mentira.

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