Hay etapas en las que te veías con toda la vida por delante. Te hallabas al comienzo de ese camino deslumbrante por el que se desplegaba una interminable alfombra de terciopelo rojo, invitándote a avanzar hacia el mañana. Por aquel entonces creías firmemente que podías comerte el mundo, aspirarlo a bocanadas. Te veías capaz de escapar de tempestades, absorber esa sensación de seguridad y de bienestar que la estabilidad te proporcionaba. Por aquel entonces los confines de tu hogar eran tu horizonte, mientras en tu desbordada imaginación se gestaban sueños de grandeza. Visualizabas todo lo que ibas a conseguir. Comienzas tu andadura por la alfombra roja con paso airoso, desafiante, mirando exultante a tu alrededor y todo te anima a seguir adelante; el sol, benévolo, brilla con fuerza para ti; las frondas de la vegetación que forman un exuberante túnel a tu paso se colorean en tonos de verde. Continúas avanzando y el túnel comienza a curvarse...
La alfombra va adquiriendo un tono de rojo cada vez más desvaído, la vegetación va amarilleando, el sol se oculta intermitentemente y su resplandor disminuye.
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Calpe (Alicante) |
Acertadísimas comparaciones, querida Estefanía. Qué jugosas son estas reflexiones tuyas en modo literario, pero llenas de zozobras y luces. Enhorabuena también por los sentimientos que te asaltan al final. Una abrazo.
ResponderEliminarNo me quedan palabras para agradecer tus valiosos comentarios, gracias por apreciar tanto mis escritos!
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