dejando atrás la redundancia de correrse.
Va gritando que quiere ser libre
y no se atreve ni a quitarse los zapatos.
Vive encadenada pero corre
y ni siquiera se corre cada noche.
Llora a oscuras,
bebiéndose las penas en reflejos de la noche.
Las pulseras le duelen
y sus collares son sogas que la quieren ahogar.
Coraza de reproches
que no le permiten saltar.
Joder, si pudiera volaría...
Pero aún dejando atrás las sombras,
sigue temblando miedos,
y hay miedos por todas partes.
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Atardecer en la Estación de tren (Alicante) |
Soldados de hierro,
de lluvia, de pólvora,
soldados inertes, implacables e indecentes,
soldados de pensamiento lejano,
y también estás tú...
Qué nadie sabe de qué huye,
no ven ni que está escapando.
A cada dos pasos tropieza y se aguanta las lágrimas,
y cuando te acercas
como lobo manso con fauces cerradas y ojos de luna,
deja de correr
y estalla en rebeldía.
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